"The decision to relax rather than to grip even in the face of impatience or fear is a conscious and brave choice" B.K.S. Iyengar

miércoles, 28 de julio de 2010

Ra Ma Da Sa



Ra = Sol

Ma = Luna

Da = Tierra

Sa = Infinidad Personal

Sa Say = Infinidad Total

So = Sentido de unión e infinidad

Hum = La infinidad vibrante

Hábitos Occidentales






La exigencia, arraigada como un hábito entre los occidentales, muchas veces amenaza nuestra integridad durante la práctica que, suponiéndose intensa, correctiva y relajante, logra el efecto opuesto lesionándonos, excitando nuestro sistema nervioso y dejándonos aún más desconectados. A continuación, una síntesis de un artículo del Yoga Journal escrito por Bo Forbes, profesora y psicóloga.



Como transformar hábitos negativos

Muchas veces durante las clases, los profesores observamos entre el grupo de alumnos a aquellos que intentan cada ásana al extremo, que completamente disociados, traccionan más y más haciendo oídos sordos a las correcciones y ajustes: sólo la lesión o el cansancio profundo del sistema nervioso los hará tomar conciencia del daño potencial de instalarse en estos ciclos destructivos.
Mientras tanto, la posibilidad de contacto se aleja más y más: tranquilizarse y habitar la práctica de un modo más relajado quizás sean las claves para lograr mayor sensibilidad, conciencia y crecimiento.
Como psicóloga, soy consciente de que el comportamiento repetitivo que los alumnos exhiben durante la clase se originó hace mucho tiempo atrás: la clase es el lugar donde podemos ser testigos de nuestros hábitos más arraigados. Según la filosofía del Yoga, nacemos con una herencia kármica de modelos emocionales y mentales -los samskaras –alrededor de los cuales giramos una y otra vez durante nuestras vidas.
La palabra samskara deriva del sánscrito (sam: completo o unido y kara: acción, causa o
hacer). Además de ser modelos generalizados, los samskaras son impresiones, ideas o acciones individuales; tomadas en conjunto, nuestros samskaras forman nuestro condicionamiento. Repetir samskaras los refuerza, creando una rutina difícil de resistir o romper. Los samskaras pueden ser positivos – imaginen la acción desinteresada de la Madre Teresa; y pueden ser negativos, como en los modelos mentales auto-lacerantes que fundamentan la baja auto-estima y las relaciones auto-destructivas. Los samskaras negativos son los que inhiben nuestra evolución positiva.
El samskara es universal y es uno de los elementos que definen la condición humana.
Debemos admitir que somos criaturas de hábito y que los lugares físico, emocional y mental hacia los cuales tendemos son las bien conocidas galaxias de los samskaras negativos. Sin embargo, el Yoga Sutra (II.16) establece, “Heyam duhkham anagatam”, o “Se debe evitar el dolor futuro”. Suena simple pero, cómo podemos hacerlo?
El yoga (que genera introspección a través del cuerpo físico) y la psicología (que examina lo emocional) usados en conjunto pueden ser muy efectivos en la batalla contra los samskaras negativos. Entretejiendo estas dos filosofías sanadoras he logrado construir esta guía que especifica siete pasos para transformar samskaras.

Paso Uno: Sankalpa (Intención)

La modificación de los samskaras no es un proceso accidental. En la lucha por crear samskaras saludables el sankalpa es lo que Joseph Campbell denominó “llamado al despertar”. El sankalpa une nuestra mente con nuestras partes más profundas a las que nos es tan difícil acceder. El uso consciente del sankalpa es una forma precisa de comunicar aquello que deseamos a nuestros cuerpos emocional y espiritual.
Al principio de la práctica podemos proponernos un sankalpa (no violencia, conciencia de al respiración, o algo más personal). Cualquiera sea la forma que tome esta intención, establecerla concientemente antes de comenzar la práctica galvaniza nuestros recursos internos y los alinea con la energía de cambio. El sankalpa actúa como un sutra o “hilo” que hilamos durante la práctica y más allá de la misma. Pero, necesitamos más vapor para movernos…

Paso Dos: Tapas (Intensidad)

El vapor lo provee tapas (intensidad, perseverancia, calor). Tapas es la intensidad que enciende nuestro proceso psicológico y nos ayuda a sostener la disciplina requerida para el cambio. El caer en viejos hábitos, por más insalubres que sean, puede percibirse como alivio a corto plazo. Pero cada vez que intentamos evitar la repetición de un samskara particular, esa acción retiene una energía concentrada en nuestro interior. Esa energía ventila la llama de la conciencia despertando nuestra sabiduría interior. La intensidad por sí sola, sin embargo, puede ser una forma de samskara negativo; entonces, es importante atemperar tapas con inteligencia.
Creamos tapas al comprometernos con el trabajo cotidiano de nuestra práctica de samskara; este tipo de trabajo puede variar desde la práctica de ásanas, meditación, etc. También generamos tapas absteniéndonos de pensamientos, emociones y comportamientos negativos: esto incluye ser conscientes de nuestros samskaras y de evitar su atracción. Pero una vez que combinamos la intención con tapas, ¿cómo logramos evitar repetir las respuestas veloces que activan los viejos samskaras?

Paso Tres: Shani (Lentitud)

Los samskaras son instintivos y pueden ser activados repentinamente. Pero si reaccionamos impulsivamente sólo los fortificamos, haciéndolos más irresistibles; como los atletas observan videos en cámara lenta para detectar movimientos y mejorar el rendimiento, shani (lentitud) puede alargar el intervalo entre el impulso y la acción, lo cual permite una mayor reflexión y nos ayuda a detectar si las acciones provienen de viejos samskaras. En Adho Mukha Svanasana, por ejemplo, si somos flexibles en los hombros y espalda pero más rígidos en las caderas y piernas, instintivamente tenderemos a explotar esa flexibilidad y empujar al máximo los hombros, la espalda y las costillas, dejando la parte baja del cuerpo dormida. Trabajando con mayor lentitud y sosteniendo la postura por más tiempo nos permitirá tomar conciencia de ese modelo de movimiento. Entonces podremos levantar los hombros para despertar la región baja y explorar qué está pasando en esa zona. Al principio encontraremos rigidez o resistencia: las sensaciones desagradables a menudo nos conducen a mucho material. Podemos conocer nuestros modelos de movimiento, nuestras emociones o recuerdos atrapados en nuestras zonas rígidas. ¡Imaginen todo lo que podríamos aprender llevando esta actitud reflexiva a la vida cotidiana!
Cuando lentificamos nuestros movimientos comenzamos a intuir dónde el cambio es más auténtico, comenzamos a llevar la mirada hacia adentro.

Paso Cuatro: Vidya (Conciencia)

Vidya (conciencia o ver claramente) es aquello que entrena a nuestros sentidos en los mundos paralelos de la anatomía, la psicología y el espíritu. Es donde enraízan los samskaras. Como un láser, ilumina estos mundos, ya sean hechos de tejido, aponeurosis y fluido o de pensamiento, emoción e impulso. Vidya nos permite reconocer nuestros pensamientos, comportamientos y movimientos como samskara. Provoca nuestra habilidad para cuestionarnos inteligentemente. De “¿Porqué me está pasando esto a mí?”evolucionamos a preguntas más profundas como “¿qué tiene para decirme este modelo?” Sin embargo, el conocimiento intelectual no viaja más allá de la mente y casi nunca se traduce en cambio. Como el cuerpo aloja nuestra inteligencia emocional, es posible que no asimile ese conocimiento. El Yoga actúa a través del cuerpo, llevando vidya a niveles aún más profundos. A través del yoga, integramos y experimentamos desde el cuerpo y la emoción lo que intelectualmente sabemos que es verdadero.
Aún, la introspección no es suficiente para liberarnos de viejos samskaras. En general hay un momento en que estamos listos para el cambio e igualmente nos encontramos cautivos de una fuerza invisible. ¿Qué es esa fuerza invisible? ¿Por qué nos paraliza cuando estamos por avanzar?

Paso Cinco: Abhaya (valentía)

Parte del señuelo de los samskaras viejos es la creencia de que “más vale malo conocido que bueno por conocer”: tendemos a preferir lo familiar a lo desconocido. El samskara es atractivo de por sí: como un mago nos hipnotiza con repeticiones interminables de un modelo mientras esconde sordamente los miedos, necesidades y creencias que yacen detrás de él.
Para cambiar samskara se requiere de valentía. El coraje nos ayuda a enfrentar lo desconocido. Cuando terminamos una relación destructiva, por ejemplo, podemos estar preocupados por encontrar a otra persona. Pero al mismo tiempo, sin la distracción de la relación, enfrentamos temas más profundos como el sentimiento de vergüenza o desvalorización que nos puede haber llevado a esa relación. A través de Abhaya, aprendemos a tolerar las sensaciones desagradables, como el dolor, dejándolas pasar sin recurrir a la comodidad de los viejos samskaras.

Paso Seis: Darshana (visión)

Una vez examinadas las raíces de nuestros modelos, debemos finalmente crear un nuevo samskara. Para ello necesitamos visualizarlo. Aquí es donde darshana (visión) entra en juego. Cuando visualizamos un nuevo modelo, debemos darle más fuerza vital que al anterior. Necesitamos convencernos de que es real. Utilizamos nuestros sentidos y emociones para crearlo: ¿cómo se ve?, ¿cómo huele?, ¿cómo se siente? Cuanto más lo visualicemos (y experimentemos) más real y predominante se vuelve.
Haciendo lugar dentro del cuerpo durante la clase de yoga, generamos libertad en la mente; esta libertad puede generar nuestra creatividad, ayudándonos a encontrar una elección ilimitada de modelos más saludables. A menudo durante Savasana sugiero a mis alumnos que creen el recuerdo de libertad y espacio en los lugares (físico, emocional o mental) donde antes había tensión. Este recuerdo será el origen de la transformación.

Paso Siete: Abhyasa (Práctica)

Cuando comenzamos a utilizar un nuevo modelo, o en tiempos de stress, la atracción de los viejos modelos es más fuerte. Abhyasa (práctica) nos ayuda a hacer que nuestro nuevo samskara sea más poderoso que el viejo; cuanto más lo reforcemos más fuerte se hará. Para evitar esa atracción, debemos comprender los disparadores de nuestro retroceso y retornar a nuestra práctica. Es un buen momento para preguntarnos “¿cómo podría ser mi práctica más reflexiva?”, “¿qué elemento debería trabajar?” “¿qué es lo que me lleva a desbarrancarme?”
Como en las cuentas de un mala, cada modelo nuevo de samskara se construye sobre el anterior. Estos elementos en conjunto, como todo el mala, se convierten en un instrumento para la práctica espiritual.

Hacia Nuevos Territorios
Todo modelo, incluyendo un samskara, representa un orden. Cuando dejamos un modelo viejo atrás, entramos en un espacio liminal – un bardo en términos tibetanos. Como el espacio entre una exhalación y la siguiente inhalación, este lugar está repleto de posibilidades ilimitadas para nuevas elecciones.
Este espacio intermedio puede ser perturbador. Generalmente resistimos nuevos modelos por el miedo a perder la identidad que construimos con tanta dedicación. Y es cierto que cuando cambiamos viejos modelos, atravesamos un renacimiento que se dirige a una nueva encarnación, a una versión más evolucionada del ser. Entonces, al mejorar nuestro samskara nos acercamos a nuestra verdadera naturaleza, que es el objetivo del yoga. Samskara también se define como un proceso de perfeccionamiento. Modificar samskara, entonces es un proceso de limpieza mediante el cual descartamos los modelos negativos para iluminar la pureza del alma. Como alquimistas en nuestra propia transformación, estamos constantemente refinando y dirigiendo nuestro samskara a diseños más saludables. La buena noticia es que la habilidad para cambiar nuestros modelos, una vez plantadas las semillas, se auto-genera, auto-renueva y auto-abastece. Cuando somos lo suficientemente pacientes como para facilitar el proceso orgánico del samskara, honrando su sonido interior y su ritmo lento, el cambio simplemente fluye. Y es un regocijo probar, en su forma natural, la recompensa de todo este trabajo: saborear la dulzura del logro.


Traducido y adaptado por Sonia Khoury Biraben

sábado, 24 de julio de 2010

jueves, 22 de julio de 2010

El Espacio Interior y Exterior


El cuerpo interior no es sólido sino espacioso. No es la forma física, sino la vida que la anima. Es la inteligencia creadora y la que sustenta el cuerpo, es la que coordina simultáneamente centenares de funciones diferentes de una complejidad tan extraordinaria que la mente humana puede comprender apenas una fracción infinitesimal de la misma. Cuando tomamos conciencia de ella, lo que sucede realmente es que la inteligencia toma conciencia de si misma. Es la "vida" evasiva que ningún científico ha podido descubrir porque la conciencia que la busca es ella misma.
Los físicos han descubierto que la aparente solidez de la materia es una ilusión producto de nuestros sentidos. Esto se aplica también al cuerpo físico, al cual vemos como una forma. Sin embargo, el 99.99 por ciento del cuerpo es realmente espacio vacío. Así de vasto es el espacio entre los átomos comparado con su tamaño, para no mencionar también el gran espacio que hay al interior de cada átomo. El cuerpo físico no es más que una interpretación equivocada de lo que somos. Es, en muchos sentidos, una versión a escala del macrocosmos del espacio exterior. Para darnos una idea de lo vasto que es el espacio entre los cuerpos celestes, consideremos lo siguiente: la luz, viajando a una velocidad constante de 186,000 millas (300,000 kilómetros) por segundo, tarda poco más de un segundo en recorrer la distancia entre la tierra y la luna; la luz del sol tarda cerca de 8 minutos en llegar a la tierra. La luz de nuestro vecino más cercano en el espacio, la estrella Próxima Centauro, es decir, el sol más cercano al nuestro, viaja durante 4.5 años antes de llegar a la Tierra. Así de vasto es el espacio que nos rodea. Y después está el espacio intergaláctico, cuya inmensidad escapa a nuestra comprensión. La luz de la galaxia más cercana a la nuestra, Andrómeda, tarda 2.4 millones de años en llegarnos. ¿No es verdaderamente asombroso que nuestro cuerpo sea tan espacioso como el universo?
Así, el cuerpo físico, que es forma, se revela esencialmente informe cuando profundizamos en él. Se convierte en la puerta de entrada hacia el espacio interior. Aunque el espacio interior carece de forma, está intensamente vivo. Ese "espacio vacío" es la vida en toda su plenitud, la Fuente inmanifiesta de la cual fluyen todas las manifestaciones. El vocablo tradicional para designar esa fuente es Dios.
Los pensamientos y las palabras pertenecen al mundo de la forma; no pueden expresar lo informe. Así, cuando decimos, "siento mi cuerpo interior", se trata de una interpretación errada creada por el pensamiento. Lo que sucede realmente es que la conciencia que se presenta como un cuerpo (la conciencia que Yo Soy) está tomando conciencia de sí misma. Cuando dejamos de confundir lo que somos con una forma transitoria del "yo", entonces la dimensión de lo infinito y eterno, Dios, se puede expresar a través de "mí" y guiarme. También nos independiza de la forma. Sin embargo, de nada sirve reconocer a nivel puramente intelectual que "yo no soy esta forma". La pregunta más importante de todas es: ¿puedo sentir en este momento mi propia Presencia, o más bien, la Presencia que Soy Yo?
También podemos abordar esta verdad desde otro punto de referencia. Pregúntese, "¿tengo conciencia no solamente de lo que sucede en este momento, sino del Ahora propiamente, como el espacio viviente atemporal en el cual todo sucede?" Si bien esta pregunta parece no tener relación alguna con el cuerpo interior, le sorprenderá reconocer que al tomar conciencia del espacio del Ahora, sentirá más vida en su interior. Es sentir la vida del cuerpo interior, esa vida que forma parte intrínseca de la alegría de Ser. Debemos entrar en el cuerpo para trascenderlo y descubrir que no somos eso.
En la medida de lo posible, en su vida cotidiana, recurra a la conciencia de su cuerpo interior para crear espacio. Mientras espera, mientras escucha a alguien, mientras se detiene a admirar el cielo, un árbol, una flor, a su pareja, o a un hijo, sienta al mismo tiempo la vida que vibra en su interior. De esa manera, parte de su atención o conciencia permanecerá informe y otra parte estará disponible para el mundo externo de la forma. Cada vez que "habitamos" nuestro cuerpo de esa manera, nos sirve de ancla para permanecer presentes en el Ahora. Nos impide perdernos en el mar de los pensamientos, las emociones o las situaciones externas.
Cuando pensamos, sentimos, percibimos y experimentamos, la conciencia nace a la forma. Reencarna en un pensamiento, un sentimiento, un sentido de percepción, una experiencia. El ciclo de reencarnaciones del cual aspiran a liberarse los budistas sucede continuamente y es solamente en este momento, a través del poder del Ahora, que podemos salir de él. Aceptando completamente la forma del Ahora, nos ponemos interiormente en sintonía con el espacio, el cual es la esencia del Ahora. A través de la aceptación, nuestro interior se hace espacioso y nos mantenemos alineados con el espacio y no con la forma. Es así que traemos el verdadero equilibrio y la perspectiva a nuestra vida.


Extraído del libro: "Una Nueva Vida" de Eckhart Tolle.

viernes, 16 de julio de 2010

¿Hay Miedos Injustificados?


A menudo oímos decir: «Este miedo es injustificado.»Y lo primero que es necesario afirmar es que no hay miedo injustificado. Puede ocurrir que sea un miedo cuyas razones desconozcamos, pero no por eso es injustificado. Es como si alguien le tuviera miedo a las cucarachas y le dijéramos: «Tu miedo es injustificado porque a mí una cucaracha no mea susta», o «Una cucaracha no puede hacerte nada...». Si a nosotros no nos asustan es porque contamos con los recursos adecuados para enfrentar esa experiencia, pero eso no significa que el otro necesariamente deba tenerlos. Puede parecer absurdo sentir miedo a una cucaracha, pero cuando se explora con mayor detenimiento ese miedo, se observa que la persona que lo padece, lo que frecuentemente registra al ver una cucaracha es la manera que ésta tiene de huir y esconderse... con ese ritmo y esa velocidad que su misma desesperación le imprime. Esa imagen suele evocarle su propio aspecto temeroso y su manera desesperada de huir del mundo porque se siente indefenso. Y lo que en realidad le da miedo es percibir a su aspecto temeroso, porque no sabe qué hacer con él. La cucaracha es un símbolo que le recuerda ese aspecto. Entonces, el problema no reside en lo que la cucaracha es, sino en lo que le recuerda. Éste es, por otra parte, el mecanismo que subyace a todas las fobias, y asimismo lo que explica la intensidad del miedo y su aparente despropósito.
Volviendo al ejemplo anterior, cuando la persona aprendió a asistir y fortalecer su «aspecto cucaracha», éste deja de resonar con la cualidad de ese insecto y su miedo cesa.
Algo similar ocurre con los otros miedos aparentemente injustificados. Por esta razón, cuando digo que tal o cual miedo es injustificado, en realidad estoy estrechando el Universo al tamaño de mi universo.
Para hacer las cosas no debo escuchar al miedo, porque si lo escucho no haría nada...
De ahí surgen los repetidos consejos: «¡No le des importancia a ese miedo!; ¡Olvídate del miedo...!; ¡El miedo es mal consejero!», etc.
Tales recomendaciones se apoyan en la creencia de que el aspecto miedoso «nunca haría nada», que es así por naturaleza y que no va a cambiar.
Se trata de una creencia completamente errónea que hace mucho daño al aspecto temeroso. Por lo tanto, deja sus secuelas perturbadoras: podemos «hacer que no lo escuchamos», pero él sigue ahí, cada vez más descalificado y asustado porque le sucede lo peor que puede ocurrirle al aspecto miedoso: no ser escuchado. Al no escucharlo se pone en marcha un círculo vicioso: cada vez pronostica situaciones más catastróficas, pero lo hace, en el fondo, para ser oído; y eso mismo es lo que hace que lo escuche menos y pierda credibilidad como consecuencia de sus propias exageraciones.
Cuando este círculo vicioso se instala quedan sentadas las bases para que el miedo se haga crónico y se agrave progresivamente.
Mientras nos hallamos en ese contexto funcionamos en lucha con nosotros mismos, cargando sobre los hombros nuestro propio aspecto temeroso, declarándolo un inútil, un fardo pesado y tratando de mantenerlo «dormido» para que moleste lo menos posible. En las pequeñas tareas de la vida cotidiana se puede, con algunas limitaciones, funcionar así, pero cuando nos enfrentamos a situaciones de mayor envergadura que requieren nuestra completa participación para encararlas, es cuando se nota más nuestra división y nuestra lucha interior. La voz no escuchada del aspecto temeroso adquiere más peso, sentimos el miedo con mayor intensidad y ya no podemos anestesiarlo. Es entonces cuando se produce la retracción. Esto confirma nuestra creencia de que cuando escuchamos la voz del aspecto temeroso no hacemos nada y el círculo vicioso crece.
Actualmente se producen, cada vez con mayor frecuencia, ataques de pánico, de modo que vale la pena recordar que ese cuadro intenso y dramático es el resultado de este tipo de círculo vicioso que amplifica y agrava el miedo hasta la vivencia de catástrofe y desorganización.
El miedo psicológico comienza siendo pequeño. Cuando uno no ha aprendido a escucharlo y asistirlo, trata de suprimirlo como sea. En ese marco es donde el miedo crece y se transforma, o bien en el ataque de pánico que acabamos de mencionar o bien en el miedo encapsulado alrededor de un tema, que es lo que llamamos fobia.
Como dice el refrán: «El miedo no es tonto.» Está detectando una desproporción entre la magnitud de la amenaza y los recursos con que contamos.
El aspecto miedoso se calma cuando es escuchado con respeto, y cuando siente que lo que dice es genuinamente tenido en cuenta. No es cierto que el aspecto miedoso sea así por naturaleza. Puede estar funcionando así desde hace mucho tiempo y creer que no hay otras posibilidades, lo cual es muy posible y también muy frecuente. Es entonces cuando parece que ya se ha instalado en esa modalidad temerosa como su forma habitual de ser, como su identidad misma. Pero todo eso es superficial. Cuando se ingresa más hondo en él se comprueba inequívocamente que el aspecto miedoso no quiere vivir con miedo. Profundamente, lo que más quiere es que se lo ayude a desarrollar sus capacidades potenciales, y cuánto más lo logra y más puede, más expande los desafíos que desea.
Si escuchamos lo que dice, tomamos en cuenta en qué estado se encuentra y de qué modo podemos ayudarlo a equilibrar la relación recursos-amenaza, transformamos un lastre desahuciado en un colaborador activo y vital. Nos integramos, nos unificamos. Restablecemos la sociedad interior en la que existe colaboración. Pasamos del «para hacer necesito no escuchar» al «porque escuché todas las voces y asistí a quien lo necesitaba es que mi acción fue diseñada a la medida de mis posibilidades reales y, por lo tanto, actué cada vez con más tranquilidad y confianza».


Extraído del libro "La Sabiduría de la Emociones" de Roberto Levy

miércoles, 7 de julio de 2010

Vitaminas del Yoga




Estas cinco “Vitaminas del Yoga”, dice el Yoga Sutra, fortifican la práctica.


Si se está desarrollando una práctica consolidada, se habrá escuchado hablar de yamas y niyamas del libro clásico de yoga de Patanjali, que incluye virtudes tales como ahimsa (no violencia), satya (pura verdad) y samtosha (contento). Menos conocidas, resultan las “vitaminas del yoga”, como las llama B.K.S. Iyengar en su libro “El Árbol del Yoga” (Shambala, 1989). Estas cinco virtudes asociadas, introducidas en el Yoga Sutra (I.20), refuerzan la práctica clásica de yoga y generan abundancia de buen karma (blanco) para el practicante.


La primera vitamina es sraddha, generalmente traducida como “fe”. Pero muchos traductores de Patanjali, la tradujeron de varias maneras: ”confianza” (en la rectitud de la acción y del entendimiento de lo divino), “convicción firme” (que está libre de duda), “actitud positiva” (aún a pesar de infortunios momentáneos), “aceptación” (de las enseñanzas tradicionales y de las palabras de los maestros), y “esperanza dulce” en el éxito máximo de la práctica.


En sánscrito, sraddha es una palabra femenina, que sugiere que la fe es gentil y contenedora. De hecho, el sabio Vyasa, a quien se le acredita la escritura del comentario más antiguo que subsiste sobre el Yoga Sutra; dijo que “la fe es benevolente como una madre; ella protege al yogi”. Cuando el practicante se sostiene en la fe, la mente se torna tranquila y, Vyasa concluye, “la fuerza se reúne en él.”


A esa fuerza se la conoce como virya, la segunda vitamina. Virya se traduce como “energía” o “vitalidad”, del tipo que surge de saber que se está haciendo lo correcto. Pero también se la caracteriza como “coraje”, “voluntad fuerte”, “entusiasmo”, “resistencia”, y “dedicación”. A medida que virya se acumula en el practicante, Vyasa dice, “la intencionalidad llega sobre él”,

“Intencionalidad” es una interpretación de la palabra sánskrita smrti, la tercera vitamina. Usualmente smrti se traduce simplemente como “memoria”, pero en este contexto, se la entiende mejor como “ser conciente de”. ¿De qué se supone que hay que ser conciente? Algunos comentarios hablan de percibir constantemente los aspectos más palpables de la experiencia de vida: el cuerpo, los contenidos de la conciencia, los alrededores, la respiración. Ótros interpretan “ser conciente de”, como tener presente y reflexionar sobre la naturaleza verdadera del Ser. Ótros creen, que la memoria también incluye el recuerdo de lo que se ha estudiado sobre las escrituras del yoga. En cualquier caso, “ser conciente de” enfoca la energía de la conciencia y por eso sirve como preludio de la meditación. Como dice Vyasa, “en la presencia de la intencionalidad, la mente, libre de perturbación, se armoniza y se establece en Samadhi”.

Samadhi, la cuarta vitamina, es un término altamente técnico del yoga clásico que literalmente significa “poner junto”. Su finalidad es permitir al practicante, dice Vyasa, “percibir las cosas como realmente son”.

Esta percepción de las cosas como son, conduce a la quinta y última vitamina, prajna, que es realmente el objetivo de la práctica de yoga. A grandes rasgos significa “conocimiento”, pero Patanjali no se estaba refiriendo al conocimiento en sentido mundano. El gran sabio del siglo XX Sri Aurobindo definió el término prajna como el “conocimiento que une” todos los cabos sueltos del uno mismo en el Ser.

Por Richard Rosen.

Richard Rosen, quien enseña en Oakland y Berkeley, California, escribe para Yoga Journal desde los setenta.


Traducido por Juan M. Figueroa.