"The decision to relax rather than to grip even in the face of impatience or fear is a conscious and brave choice" B.K.S. Iyengar

martes, 23 de agosto de 2011

Estaciones


Los seres humanos transitamos a través de estaciones, igual que la naturaleza; primaveras, veranos, otoños, inviernos interiores, una y otra vez, sin embargo, nunca una primavera o un invierno es igual a otro puesto que si nos permitimos vivirlos en plenitud y adquirir el regalo de experiencia y aprendizaje que nos dejan, iremos inevitablemente transitando hacia la sabiduría, la aceptación de los ciclos y de la vida con todo lo que nos trae como una inmensa oportunidad de evolución y aprendizaje.

En las primaveras de nuestra vida florecemos de pujanza, creatividad, entusiasmo por expresar, realizar, nos sentimos plenos de vitalidad y energía. Son tiempos de gran actividad y potencia, de dar a luz y concretizar cosas que estaban como ideas o proyectos latentes.

Los veranos son etapas más quietas en que descansamos en la plenitud de lo logrado, donde los frutos maduran lentamente, donde tenemos la sensación de trabajo realizado, de estar cosechando.

Los otoños personales son tiempos en que los vientos de la vida nos obligan a soltar todo aquello que ya está marchito, lo que debe ser dejado atrás en el proceso del Alma. Son tiempos en que se cierran etapas ya sea de cosas concretas, como el fin de un trabajo, o una relación; o de aspectos interiores como una postura ante la vida, creencias, intereses, certezas, motivaciones. Son tiempos de despedida, generalmente nostálgicos, o tristes, o directamente de mucho dolor, como cuando se muere un ser querido. Otoño es tiempo de soltar, de desprenderse, de aceptar que las cosas se terminan. Son tiempos muchas veces de crisis y confusión, en que sentimos que nos estamos desarmando, que todo lo que parecía estable y seguro se derrumba. La gran enseñanza que nos traen los otoños de la vida es aprender a soltar, a confiar profundamente en las transformaciones de la vida.

Nuestros inviernos nos llaman a aquietarnos, estar para adentro, no hay energía ni ganas de hacer, o relacionarnos, la expresión y la creatividad bajan su volumen e intensidad y necesitamos estar más en soledad, con nosotros mismos, en silencio, aparentemente detenidos, nutriéndonos interiormente, sintiéndonos o reflexionándonos a nosotros mismos.

Es común que no tengamos problemas con la aceptación de nuestros veranos o primaveras, pero que tendamos a reprimir y negar los otoños e inviernos. No se ve bien ante los ojos de los otros la tristeza, el conflicto, la vulnerabilidad, la duda, la energía baja. Sin embargo, así como la en naturaleza la primavera no resplandecerá en su belleza sino ha habido inviernos y otoños bien vividos, así no creceremos integralmente si no aceptamos la experiencia del dolor y las pérdidas en nuestra vida.

No es la idea tampoco dejarse poseer a tal punto por los ciclos que perdamos completamente el centro, como quizás nos ocurra cuando somos muy jóvenes y estamos experimentando nuestras primeras estaciones, donde la euforia de la primavera personal nos lleva a excesos en que nos herimos y herimos a otros, o donde el invierno nos deja inmovilizados en estados depresivos que no nos dejan salir de la cama. Se trata de que el yo –consciente se permita vivir cada etapa, sin negarla, o evadirla, dándole espacio y entendiendo el regalo que nos trae.

Patricia May - www.patriciamay.cl

jueves, 4 de agosto de 2011

Sintonizando la Guna


La práctica de yoga probablemente pasa por los períodos de las gunas, oscilando entre tamas y rajas, y cada tanto — con suerte: un día de sattva. Dediquemos una práctica a las gunas. Tengamos en cuenta, en cada postura que hacemos, cómo cada una de las gunas se expresa. Determinar la guna dominante y alentar a sus compatriotas sentadas al margen a unirse a la partida.

El tri sánscrito, etimológicamente se relaciona con la palabra "tres". Los Yoguis son terriblemente aficionados a las listas numeradas y tres desempeña un papel importante en su teología, filosofía y metafísica. Tomar la tri-murti, o "tres formas," de lo absoluto: los dioses Brahma, Vishnú y Shiva. O tri-loka, o "tres mundos", de infierno, el cielo y la tierra. Por último, está la tri-guna, o "tres aspectos": las fuerzas que componen la sustancia del mundo material.

Se cree que el universo está compuesto de diferentes proporciones de las gunas. Mientras que se las describe como entidades separadas, es mejor pensar en la gunas como categorías de ondas repartidas en un amplio espectro, como la luz o el sonido. En un extremo del espectro está tamas (oscuridad), que es la inercia o pesadez. Su polo opuesto es sattva, que no se puede traducir precisamente pero se define de diversas formas "existencia", "esencia espiritual", "a Dios," y "conciencia". Sattva es el aspecto de la cuestión más cercano en la naturaleza al Ser Divino. La fuerza motriz detrás de estas dos es rajas (color), que es la energía en bruto o pasión.

Las gunas se utilizan para caracterizar y entender los objetos naturales o fenómenos. Por ejemplo, un bloque de granito es predominantemente tamásico, un tornado rajásico y sáttvica es la luz solar. Pero lo interesante en yoga, es que la conciencia humana también se considera un proceso material. Esto significa que nuestros Estados de ánimo transitorios y personalidades más permanentes se caracterizan generalmente de acuerdo con las gunas. Probablemente en ocasiones te has sentido tamásico — es decir, oscuro y pesado, y seguro debes conocer algunos tornados humanos desaforados o rajásicos que nunca pueden sentarse y concentrarse. Incluso podrías conocer a alguien que es muy tranquilo y claro o perspicaz, y más probable es que sea el profesor de yoga (sáttvicos).

Las gunas también pueden aplicarse a nuestra práctica diaria. Algunos días estamos tan pesados como una roca; otros días estamos revolucionados. Existen también, esos raros días en los que flotamos sáttvicamente a través de nuestra práctica. Textos tradicionales sugieren que cultivamos nuestra naturaleza de sáttvicos, a expensas de tamas y rajas. Pero creo que es mejor cultivar un balance de las tres gunas, para que al mismo tiempo, estemos tamásicamente a tierra para la tierra, rajásicamente apasionados por nuestro trabajo y sáttvicamente alcanzar nuestro objetivo, que es la realización de nuestro auténtico yo.

Richard Rosen, que enseña en Oakland y Berkeley, California, ha escrito para la revista Yoga Journal desde la década de 1970.

Traducido por Juan Manuel Figueroa del artículo publicado en Yoga Journal.