Espíritu
Todo deviene de la Vida Una, todo Es esa gran Vida en manifestación. Definiremos al Espíritu como la Esencia Universal del ser humano, la simiente primera y última, identificada con la Vida Una. Jesús, al despertar a este nivel Esencial de sí mismo, se funde con la Gran Voluntad que impulsa el devenir Kósmico:. “Yo y mi Padre somos Uno”, “Que se haga tu Voluntad”; ya no hay un propósito personal, sino que la individualidad pasa a ser un canal de la dinámica Divina. Buda afirma que es un proceso en el cual la gota de agua se funde en el brillante mar. La dinámica fundamental del Espíritu es la Voluntad Creativa. El Espíritu es creatividad pura, la fuerza central que impulsa a la evolución. El devenir universal-mundos y mundos que nacen y mueren y nacen reciclándose en formas cada vez más ricas, diversas, complejas e integradoras- es el Espíritu en acción, desenvolviendo su Propósito en la forma.
Alma
El Espíritu en su proceso involutivo despierta al Alma como una proyección de Sí en campos o dimensiones más limitadas que ya no están identificadas con lo Todo. El Alma es la Autoconciencia o el saberse a sí mismo como una entidad individualizada. Metafóricamente la gota de agua en el Océano que despierta a la conciencia de Sí, se sabe gota y, al mismo tiempo, se sabe Océano. Participa y canaliza la potencialidad del Gran Océano de un modo particular. Vive en la propia Identidad e Individualidad y, al mismo tiempo, en la conexión y resonancia con el Todo. El Alma es el principio individualizado del Espíritu. El Alma es Conciencia Pura, Conciencia de sí y del Todo al mismo tiempo. El Alma es el Yo Real, aquello que nos da vida individual, que mora en el centro de nuestra mente. Es aquello que surgió cuando en el Mito de Creación se afirma “…y creó Dios al hombre a su imagen y semejanza”. No se trata de un cuerpo, sino de una Conciencia que resplandece con todas las potencialidades del Uno. Una chispa de la gran hoguera que contiene en sí todas las propiedades del fuego primordial. Cada ser humano responde a un Alma. Es decir, a un centro de Conciencia Pura conectada con la Fuente, con una identidad particular, con un colorido, una vibración, una cualidad que la hace única. Es importante comprender que tanto el Alma como el Espíritu se manifiestan en Dominios donde no existen el espacio ni el tiempo, se trata de potencias Puras de Propósito, Conciencia, Intención, Amor y Sabiduría.
Yo
Entenderemos por “yo” a la gota de agua que abandona el Océano Primordial, que responde al impulso de separarse potenciando su propia individualidad y que vive en la nostalgia de haber perdido y en el dolor que le generan las experiencias de sentirse separado, solo, fragmentado. El “yo” es la unidad mente-emoción, la autoconciencia que comienza a identificarse con un estado de contracción, de limitación que le hace verse separado del Todo, a pensar que hay un mundo interno y otro externo. A verse pequeño, carente, incompleto y, por tanto, a vivir deseando, pensando que la plenitud está fuera de sí. El yo vive anhelando ansiosamente cosas, afectos, experiencias, conocimientos. El yo es un estado de conciencia fraccionado que al encarnar en un cuerpo genera al ser humano en la tierra, con sus tres aspectos: mente, emoción y cuerpo. En el Popol Vuh esto es expresado a través de una metáfora que afirma que a los hombres se les nubló la vista como nubla el aliento la faz de un espejo y entonces perdieron toda comprensión, visión y sabiduría y comenzó el camino terrestre. La historia humana es un ir cimentando al yo separado que con el tiempo se manifestará como un ego. El yo despierta a la conciencia separada, a la gota de agua que se separa del Océano, a la chispa que pierde al fuego. Así es como el ser humano en el proceso de la fundación del yo va perdiendo sintonía con el pulso biológico del planeta y con el Ser Espiritual. Estas dos “pérdidas” de Conciencia Unitaria están en la base de la constitución de lo humano. El abandono del paraíso de la fusión biológica y el abandono del paraíso de la unidad espiritual. El ser humano queda a la deriva y debe construirse y orientarse desde el aprendizaje del acierto y error, desde un caminar ciego donde ya no hay brújula donde, por un lado fue perdiendo el instinto y la sincronización biológica y, por otra, la sabiduría de los caminos, propósitos, sentido de la Totalidad Esencial. Desde aquí no nos ha quedado más que vivir a tientas desde una individualidad fragmentada. Ese es el camino del “Ganarás el pan con el sudor de tu frente y parirás a los hijos con dolor”. Todo aprendizaje desde este nivel de conciencia conlleva esfuerzo y, muchas veces, dolor.
Ego
El ego es la Gota de Agua que se congela y pierde incluso la nostalgia del Gran Océano. El yo siente la herida de la pérdida. El ego es una entidad tan acorazada que se cuenta el cuento de bastarse a sí mismo y vive en el congelamiento de su propia imagen estática, aquella trama de ideas, emociones, definiciones que habitualmente llamamos “yo”. El ego surge como defensas y estrategias manipulativas para aliviar los dolores que produce el vivir sintiéndose solo, abandonado y con miedo. El ego está constituido de las corazas, armaduras, costras que generan una densa cáscara aprisionadora desde donde gestamos una imagen de nosotros mismos o una máscara para relacionarnos con los demás. El drama es que no sólo le contamos el cuento de que somos “eso”a los demás, sino que terminamos creyéndolo nosotros mismos. Es común que nos sintamos divididos, con la cabeza en una dinámica, el cuerpo en otra y en contradicción con nuestros anhelos profundos. Así es nuestro camino. Sólo cuando el Alma, que es Conciencia pura y serena, tome el timón de nuestro “yo”-lo cual constituye la próxima meta evolutiva de la humanidad- nos integraremos en plenitud. De esto nos dan testimonio muchos seres humanos a los que llamamos guías, sabios, maestros.
Extraído del libro: "De la Cultura del Ego a la Cultura del Alma" - Patricia May
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