"The decision to relax rather than to grip even in the face of impatience or fear is a conscious and brave choice" B.K.S. Iyengar

martes, 19 de abril de 2011

La Libertad de No Poseer




Hoy es un día soleado trás la lluvia y las gotas de agua refulgen colgando de las ramas de los árboles. Contemplándolas pienso que ni el más bello diamante podría dar el esplendor de arco iris de esas simples gotas que están allí un momento, y luego caen y siguen su camino. La vida siempre nos está dando estos pequeños tesoros, siempre nos está revelando la belleza y enriqueciéndonos de instantes únicos.
El problema nuestro es que intentamos adueñarnos, encerrarlos en nuestros dominios y mostrar a los demás cuan ricos somos por poseer bienes, personas, relaciones, puestos, títulos. Así es como, sin darnos cuenta, vamos fundando nuestra seguridad y autoestima en cosas que sabemos bien que algún día se terminarán. Organizamos la vida para defenderlas en el constante temor de que se acaben. Porqué la pérdida de un trabajo o de la pareja pueden llevarnos a pensar que nuestra vida ha terminado ?, simplemente porque en ello hemos puesto toda nuestra razón de vivir.Aún cuando bien sabemos que nada nos pertenece, ni la tierra en que vivimos en la cual han morado otros seres por milenios y a la cual otros vendrán cuando hayamos partido. Ni los hijos que vienen a sembrar su propia semilla, ni la pareja, ni los amigos. Nada nos pertenece, ni siquiera nuestra vida física. Somos nosotros quienes pertenecemos a un todo mayor, la humanidad, la tierra, la gran vida que nos contiene.
En el intento de poseer creamos lazos de dependencia, poder y miedo de perder sin comprender que todo está allí, bajo nuestra responsabilidad, para ser disfrutado, compartido y entregado cuando la vida así lo diga. Que importante sería tener esto presente en relación al lugar en que vivimos, saber que somos pasajeros a cargo de esa porción de la tierra por un tiempo, que luego otros vendrán. Que dejaremos allí el hálito de nuestra presencia para servir a otros. Que importante sería tenerlo presente en relación a las etapas de la vida, permitiendo que estas fluyan sin aferrarnos ansiosamente , que maravilla sería una cultura que aceptara lo que llamamos muerte como un paso natural, como una continuación del proceso del ser.
Cuánto nos ayudaría tenerlo presente en relación a los hijos, ayudándolos y apoyándolos en relación a su camino personal sin herirnos porque no viven teniéndonos como centro de su vida. Al adueñarnos de algo nos convertimos en prisioneros de eso que creemos poseer, y, muchas veces, centramos nuestro poder y seguridad en cosas transitorias, puesto que todo acaba, un trabajo, una situación, la forma que toma una relación y cuando eso ocurre, entramos en la ilusión de que con ello se ha terminado nuestra vida.
Vivir en la confianza total, sabiendo que todo cambiará , que, sin embargo, siempre habrá otra posibilidad, otro camino, otro desafío, otro regalo, otro tesoro.Aprender a tomar todo como prestado, a nuestro cargo por un tiempo y gozarlo como quien no tiene nada que defender ni miedo de perder. Vivir centrados en lo único que permanece, el centro integral del ser humano, aquel estado de la conciencia que mora en el silencio de la mente, y que según el Bhagavad Gita “ningún arma puede herir, ni el fuego quemar, ni el agua humedecer, ni el viento secar porque es invulnerable, incombustible, inpermeable, eterno e inmutable”.




Patricia May






lunes, 18 de abril de 2011

El Dinero como Energía


Si hay un tema que nos complica la vida, es el del dinero. Ya sea porque vivimos la vida corriendo tras la utopía de que cuando tengamos la suficiente cantidad, seremos felices, o porque lo poseemos y lo utilizamos de manera tal que nos agobiamos con excesos de cosas, actividades a las cuales el dinero nos permite acceder. En nuestra cultura el dinero se identifica con la felicidad y se ha convertido en una especie de dios al cual se le rinde culto y por el cual se está dispuesto a sacrificarlo todo, familia, afectos, tranquilidad, salud. El dinero, mostrado a través de las posesiones, marcas ,el barrio en que se vive, el lugar en que se nace, la institución en que estudiamos y el cementerio en que nos entierran ha llegado a constituirse en un emblema de autoestima, donde ponemos nuestro poder y razón de vivir. Cual si el poseerlo nos dotara de una calidad distinta, de un aura especial que nos hace sentir fuertes y seguros, superiores a los demás.Por supuesto se trata de un espejismo que se deshace cuando vivimos momentos claves en que nos queda en evidencia que nacemos desnudos y así mismo partimos llevando como único tesoro esa joya preciosa e intangible que mora en el centro del nuestro corazón. Que triste llegar al fin de la vida y darse cuenta que hemos regalado nuestra sangre, energía y tiempo a asegurarnos en los símbolos de dinero y poder. La plenitud no tiene que ver con el dinero ni las posesiones ni las circunstancias, sino con la capacidad de estar íntegros en el momento, si no somos capaces de contactar con el goce, aquí y ahora ya!, con o sin dinero, es probable que no haya condiciones externas que nos puedan asegurar ese preciado don de ser feliz. Necesitamos otra manera de pensar el dinero, otro enfoque para utilizarlo e integrarlo sanamente a la vida.Pensemos que el dinero es una forma de energía, una energía que obtenemos dignamente por nuestra entrega energética a través del trabajo. Una energía neutra, que nosotros connotamos al invertirla en objetos, acceso a otros aprendizajes, expriencias compartidas, aventuras etc. Por tanto el punto es cuanta energía en forma de dinero necesitamos y en qué la invertimos. Cuánto necesitamos para vivir en armonía, para desarrollar un proyecto de vida que nos dé plenitud y aporte bien a los demás. El problema es que habitualmente no pensamos en qué sería sanador y armónico en un momento dado, qué sería bueno para recontactarnos con nuestro centro, con la creatividad, con la soledad, o con la compañía. Si realmente pensaramos en lo que haría bien al alma, seguramente necesitaríamos mucho menos, invertiríamos en simplicidad, en contacto con la naturaleza, en compartir en familia, en aprender y crear, en espacios de silencio, en amistad, en dar y seguramente viviríamos más liviana y felizmente. Una persona que está en contacto con su ser, necesita poco consumo porque su riqueza está puesta en el corazón. Podemos imaginar como sería nuestro planeta si un número criticamente alto comenzara a pensar así, en llevar una vida simple por opción personal? En que el dinero se valorara como una energía disponible para valores de armonía y paz? Todos los esquemas que sustentan los valores de crecimiento y consumo ilimitado como las metas humanas se caerían bajo el peso de la infelicidad que han traído al ser humano y a la naturaleza. Es probable que este tipo de actitudes sostenidas por un número creciente de personas sea lo que lleve algún día a salvar al planeta de la depredación y a millones de seres humanos del hambre. Necesitamos pocas cosas para ser felices cuando el ser está despierto, quizás una caminata por la orilla del mar, o volver a escuchar a otro ser humano con la mente y el corazón abierto, o reirse y jugar, o ponernos al servicio de un proyecto que nos encienda el entusiasmo. Desde este criterio nos podemos preguntar qué es lo que necesito para no ahogar a mi ser como muchas veces lo hace el exceso de bienes y consumos? Ahogamos al ser llenándonos de ruido, alejándonos de los pulsos naturales, corriendo en una sobreactividad para cuidar las cosas a la que tanta energía le hemos sacrificado, lo ahogamos en los hijos cuando le entregamos el mensaje que sólo viviendo en ciertos barrios, o poseyendo cosas, o mostrando cuan hábiles o adinerados son, serán felices. El dinero es una energía maravillosa que podemos poner al servicio de la armonía y el amor, o a encerrarnos en el infierno de la defensa de lo que tenemos, de la apariencia, de los excesos y la alienación de nuestra esencia.


Patricia May

martes, 12 de abril de 2011

Espíritu, Alma, Yo, Ego


Espíritu

Todo deviene de la Vida Una, todo Es esa gran Vida en manifestación. Definiremos al Espíritu como la Esencia Universal del ser humano, la simiente primera y última, identificada con la Vida Una. Jesús, al despertar a este nivel Esencial de sí mismo, se funde con la Gran Voluntad que impulsa el devenir Kósmico:. “Yo y mi Padre somos Uno”, “Que se haga tu Voluntad”; ya no hay un propósito personal, sino que la individualidad pasa a ser un canal de la dinámica Divina. Buda afirma que es un proceso en el cual la gota de agua se funde en el brillante mar. La dinámica fundamental del Espíritu es la Voluntad Creativa. El Espíritu es creatividad pura, la fuerza central que impulsa a la evolución. El devenir universal-mundos y mundos que nacen y mueren y nacen reciclándose en formas cada vez más ricas, diversas, complejas e integradoras- es el Espíritu en acción, desenvolviendo su Propósito en la forma.


Alma


El Espíritu en su proceso involutivo despierta al Alma como una proyección de Sí en campos o dimensiones más limitadas que ya no están identificadas con lo Todo. El Alma es la Autoconciencia o el saberse a sí mismo como una entidad individualizada. Metafóricamente la gota de agua en el Océano que despierta a la conciencia de Sí, se sabe gota y, al mismo tiempo, se sabe Océano. Participa y canaliza la potencialidad del Gran Océano de un modo particular. Vive en la propia Identidad e Individualidad y, al mismo tiempo, en la conexión y resonancia con el Todo. El Alma es el principio individualizado del Espíritu. El Alma es Conciencia Pura, Conciencia de sí y del Todo al mismo tiempo. El Alma es el Yo Real, aquello que nos da vida individual, que mora en el centro de nuestra mente. Es aquello que surgió cuando en el Mito de Creación se afirma “…y creó Dios al hombre a su imagen y semejanza”. No se trata de un cuerpo, sino de una Conciencia que resplandece con todas las potencialidades del Uno. Una chispa de la gran hoguera que contiene en sí todas las propiedades del fuego primordial. Cada ser humano responde a un Alma. Es decir, a un centro de Conciencia Pura conectada con la Fuente, con una identidad particular, con un colorido, una vibración, una cualidad que la hace única. Es importante comprender que tanto el Alma como el Espíritu se manifiestan en Dominios donde no existen el espacio ni el tiempo, se trata de potencias Puras de Propósito, Conciencia, Intención, Amor y Sabiduría.


Yo


Entenderemos por “yo” a la gota de agua que abandona el Océano Primordial, que responde al impulso de separarse potenciando su propia individualidad y que vive en la nostalgia de haber perdido y en el dolor que le generan las experiencias de sentirse separado, solo, fragmentado. El “yo” es la unidad mente-emoción, la autoconciencia que comienza a identificarse con un estado de contracción, de limitación que le hace verse separado del Todo, a pensar que hay un mundo interno y otro externo. A verse pequeño, carente, incompleto y, por tanto, a vivir deseando, pensando que la plenitud está fuera de sí. El yo vive anhelando ansiosamente cosas, afectos, experiencias, conocimientos. El yo es un estado de conciencia fraccionado que al encarnar en un cuerpo genera al ser humano en la tierra, con sus tres aspectos: mente, emoción y cuerpo. En el Popol Vuh esto es expresado a través de una metáfora que afirma que a los hombres se les nubló la vista como nubla el aliento la faz de un espejo y entonces perdieron toda comprensión, visión y sabiduría y comenzó el camino terrestre. La historia humana es un ir cimentando al yo separado que con el tiempo se manifestará como un ego. El yo despierta a la conciencia separada, a la gota de agua que se separa del Océano, a la chispa que pierde al fuego. Así es como el ser humano en el proceso de la fundación del yo va perdiendo sintonía con el pulso biológico del planeta y con el Ser Espiritual. Estas dos “pérdidas” de Conciencia Unitaria están en la base de la constitución de lo humano. El abandono del paraíso de la fusión biológica y el abandono del paraíso de la unidad espiritual. El ser humano queda a la deriva y debe construirse y orientarse desde el aprendizaje del acierto y error, desde un caminar ciego donde ya no hay brújula donde, por un lado fue perdiendo el instinto y la sincronización biológica y, por otra, la sabiduría de los caminos, propósitos, sentido de la Totalidad Esencial. Desde aquí no nos ha quedado más que vivir a tientas desde una individualidad fragmentada. Ese es el camino del “Ganarás el pan con el sudor de tu frente y parirás a los hijos con dolor”. Todo aprendizaje desde este nivel de conciencia conlleva esfuerzo y, muchas veces, dolor.


Ego


El ego es la Gota de Agua que se congela y pierde incluso la nostalgia del Gran Océano. El yo siente la herida de la pérdida. El ego es una entidad tan acorazada que se cuenta el cuento de bastarse a sí mismo y vive en el congelamiento de su propia imagen estática, aquella trama de ideas, emociones, definiciones que habitualmente llamamos “yo”. El ego surge como defensas y estrategias manipulativas para aliviar los dolores que produce el vivir sintiéndose solo, abandonado y con miedo. El ego está constituido de las corazas, armaduras, costras que generan una densa cáscara aprisionadora desde donde gestamos una imagen de nosotros mismos o una máscara para relacionarnos con los demás. El drama es que no sólo le contamos el cuento de que somos “eso”a los demás, sino que terminamos creyéndolo nosotros mismos. Es común que nos sintamos divididos, con la cabeza en una dinámica, el cuerpo en otra y en contradicción con nuestros anhelos profundos. Así es nuestro camino. Sólo cuando el Alma, que es Conciencia pura y serena, tome el timón de nuestro “yo”-lo cual constituye la próxima meta evolutiva de la humanidad- nos integraremos en plenitud. De esto nos dan testimonio muchos seres humanos a los que llamamos guías, sabios, maestros.


Extraído del libro: "De la Cultura del Ego a la Cultura del Alma" - Patricia May

domingo, 10 de abril de 2011

La Voz Interior


Cuando las personas empiezan a tener un mayor contacto con su esencia, vibran con una certeza de sí mismos, de lo que anhelan, de hacia dónde quieren ir en la vida, lo que muchas veces los lleva a entrar en crisis con los conceptos, definiciones del mundo y de la vida que hasta entonces habían sustentado.

Se vuelve tan potente la voz interior, que ya no se puede vivir al alero de creencias, dogmas o del “deber ser” que entrega el consenso social; ya no se soporta la máscara social, la apariencia, el dirigir la propia vida por objetivos exteriores de logro que una cultura elitista y materialista ha definido. El proceso es tan fuerte que no puede ser detenido y quienes lo hacen bloqueando sus inquietudes y búsquedas más profundas se enferman, ya sea física o psíquicamente. No estoy hablando aquí del actuar irresponsable impulsado por las emociones o pasiones pasajeras, sino que aquel llamado a ser coherente con la visión del alma que nos habla de la fuerza creativa y amorosa que une a todo lo que existe, de la esencia divina de toda existencia, de la necesidad de sentido más allá de nuestras necesidades personales.


Cuando esta vivencia de transformación radical se presenta en nuestro interior, las apariencias relacionadas con el dinero, con el estatus, con el intelecto, con el sacrificio por los demás, con la propia impecabilidad, con el drama personal o con el estar siempre bien, siempre mejor, o con los muchos caminos que toma el ego para sentirse avalado, seguro, amado, ya no nos sirven.

El proceso nos lleva a contactar con algo que somos o anhelamos en lo más profundo y que no tiene nada que ver con lo que estamos tratando de mostrar, que no tiene que ver con aquello que internalizamos como lo que “deberíamos ser” para conseguir aprecio o seguridad en la vida, que es un auténtico impulso a liberarnos, a vivir desde la radiación interior que de verdad ama, que de verdad se siente impulsado a saber, a dar, a crear, pero no por conseguir ganar imagen, sino que por profunda necesidad de dar lo mejor de sí en el mundo.

El contacto con el alma nos lleva a cuestionarnos todo, a poner en duda todo aquello que han constituido nuestras maneras de “hacernos y armarnos” hasta el momento. Comenzamos a sentirnos en una prisión construida por nosotros mismos, a poner en duda nuestros valores, nuestras metas, nuestras opciones, a desarmar nuestro paradigma para intentar vivir desde una inspiración interior que nos llama a ser verdaderos, a realizarnos, a dar nuestra vida a una causa mayor.

Si estos procesos son muy difíciles para quienes los viven, son también sumamente incómodos para sus relaciones más cercanas, porque el otro se desacomoda, ya no encaja como antes en el molde social, al transformarse pondrá en duda el paradigma y los valores en que su entorno social vive.

Sin embargo, es una maravillosa oportunidad para que los otros también se cuestionen, se pregunten, vayan a profundizar en sus propias verdades, vean las contradicciones del esquema en que viven y se abran ante otras posibilidades de ser en la vida..

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El proceso que nos contacta con lo que anhelamos en lo más profundo no tiene nada que ver con aquello que “deberíamos ser”, sino que es un auténtico impulso a liberarnos.

Patricia May.
www.patriciamay.cl