En la diversidad de los acontecimientos y sucesos muchas veces nos sentimos envueltos en un desorden, cual si nada tuviera un sentido y el vivir no fuera más que una serie de hechos azarosos que nos suben y bajan, nos llevan y traen en un caprichoso movimiento que no logramos entender ni descifrar. Nos vemos “envueltos” en circunstancias que nos hacen sufrir y no entendemos porqué. Así nos debatimos en una sensación de injusticia, o de estar inmersos en un macabro e impredecible juego en que nos convertimos en marionetas de un movimiento sin razón. ¿Por qué me pasa esto a mi, por qué la vida es tan injusta? Unidos a la idea de que no merecemos estos dolores o inconvenientes suelen ser los pensamientos que acompañan estos tránsitos. Nada parece tener sentido ni concierto en los momentos en que nos perdemos en los laberintos de las cosas que nos ocurren.
Sin embargo, muchos de aquellos que han logrado ver más allá, tanto desde la ciencia como desde la espiritualidad nos hablan de que este Todo que es el universo del cual el ser humano forma parte, está en constante movimiento, creando y destruyendo para volver a crear en niveles más ricos y complejos, de que la vida tiene sus caminos y que trás el aparente caos se oculta un gran sentido, cual si trás los pequeños hilos y sucesos de la trama, se fuera desplegando un diseño, una obra de arte, un gran concierto. Desde esa Visión amplia y elevada, donde es posible ver el acontecer ya no desde el valle, sino desde lo alto de un monte es posible comprender como cada piedra, cada recodo del camino, cada éxito o fracaso van gestando un trayecto coherente de aprendizajes en voluntad, sabiduría y amor.
Si tuviéramos la grandeza de juzgar desde aquí, muchas cosas que pensamos como negativas se transmutarían en oportunidades de evolución. Desde esta perspectiva, dejaríamos de juzgar los acontecimientos de nuestra vida como “buenos” o “malos” y simplemente aceptaríamos que nos toquen, nos movilicen, nos transformen nos muestren nuevos aspectos de nosotros y los demás. Viviríamos así conscientes de que tras cada suceso se esconden aprendizajes y experiencias que si vivimos con la conciencia despierta nos dejarán regalos insospechados. Sólo con el transcurso del tiempo podremos dilucidar el tesoro que las distintas vivencias nos dejaron y comprender el sentido que ellas tuvieron en nuestro proceso.
¿Es mejor ser rico o pobre?, ¿el triunfo o el fracaso?, ¿una vida fácil o esforzada?. Desde esta perspectiva ya no es tan fácil responder a estas preguntas que en una cultura hedonista e inmediatista se responden sin dejar lugar a dudas. La enfermedad y la salud, el placer y el dolor , el éxito y el fracaso son parte del vivir y todo esto tiene algún sentido en el trazado de nuestras vidas, trazado que sólo podremos Ver en la medida que tengamos la suficiente amplitud y desapego del efecto que nos producen las vivencias particulares, es decir en tanto podamos no dejarnos arrollar completamente por la emoción, sino que junto con ella, activar la conciencia de que algún nuevo aspecto : comprensión, coraje, voluntad, humildad, esfuerzo iremos desarrollando con esa situación en particular. No se trata de dejar de sentir , sino que de agregarle a éste una visión de contexto que nos permita comprender la vida como una instancia de evolución y expansión en el amor y la creatividad.
Sin embargo, muchos de aquellos que han logrado ver más allá, tanto desde la ciencia como desde la espiritualidad nos hablan de que este Todo que es el universo del cual el ser humano forma parte, está en constante movimiento, creando y destruyendo para volver a crear en niveles más ricos y complejos, de que la vida tiene sus caminos y que trás el aparente caos se oculta un gran sentido, cual si trás los pequeños hilos y sucesos de la trama, se fuera desplegando un diseño, una obra de arte, un gran concierto. Desde esa Visión amplia y elevada, donde es posible ver el acontecer ya no desde el valle, sino desde lo alto de un monte es posible comprender como cada piedra, cada recodo del camino, cada éxito o fracaso van gestando un trayecto coherente de aprendizajes en voluntad, sabiduría y amor.
Si tuviéramos la grandeza de juzgar desde aquí, muchas cosas que pensamos como negativas se transmutarían en oportunidades de evolución. Desde esta perspectiva, dejaríamos de juzgar los acontecimientos de nuestra vida como “buenos” o “malos” y simplemente aceptaríamos que nos toquen, nos movilicen, nos transformen nos muestren nuevos aspectos de nosotros y los demás. Viviríamos así conscientes de que tras cada suceso se esconden aprendizajes y experiencias que si vivimos con la conciencia despierta nos dejarán regalos insospechados. Sólo con el transcurso del tiempo podremos dilucidar el tesoro que las distintas vivencias nos dejaron y comprender el sentido que ellas tuvieron en nuestro proceso.
¿Es mejor ser rico o pobre?, ¿el triunfo o el fracaso?, ¿una vida fácil o esforzada?. Desde esta perspectiva ya no es tan fácil responder a estas preguntas que en una cultura hedonista e inmediatista se responden sin dejar lugar a dudas. La enfermedad y la salud, el placer y el dolor , el éxito y el fracaso son parte del vivir y todo esto tiene algún sentido en el trazado de nuestras vidas, trazado que sólo podremos Ver en la medida que tengamos la suficiente amplitud y desapego del efecto que nos producen las vivencias particulares, es decir en tanto podamos no dejarnos arrollar completamente por la emoción, sino que junto con ella, activar la conciencia de que algún nuevo aspecto : comprensión, coraje, voluntad, humildad, esfuerzo iremos desarrollando con esa situación en particular. No se trata de dejar de sentir , sino que de agregarle a éste una visión de contexto que nos permita comprender la vida como una instancia de evolución y expansión en el amor y la creatividad.
Patricia May - http://www.patriciamay.cl/
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